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¿Por qué no?

Uno debería poder vivir con el amor propio en lo alto y que este fuera la bandera que izamos a diario.


Foto: Pexels


Ese fue mi primer grito de rebeldía. Tendría unos ocho años. Fue a una amiga de mi mamá que había puesto en duda si yo sería capaz de ganar el año lectivo. Esa, estoy segura, fue la primera vez que sentí toda la fuerza de mi alma acumulada en mi garganta, fue la primera vez que dejé en claro que yo también merecía respeto.


¿Por qué no? ¿Por qué no vamos a ser capaces de tomar nuestros miedos y abrazarlos para darles una buena despedida? ¿Por qué no bailar en soledad cuando nadie nos invita a la pista? ¿Por qué no invitarle una cerveza si te ha gustado y quieres acercarte?


¿Por qué no vas a la casa de tu padre, ese que no vez desde hace 20 años, y le dices que le perdonas, que ha sido un bueno para nada, que se ha perdido la oportunidad de compartir maravillosos años contigo, pero que ya está, ya fue, que le perdonas?


¿Por qué no tomar el teléfono y llamar a la abuela? ¡Hace tanto que no sabe de ti! Seguro le gustará enterarse de que ya tienes tu título universitario, que has conseguido el empleo que tanto anhelaste, que te has enamorado, que nunca te habías sentido tan feliz en la vida y que estás editando tu primer libro de poemas.


¿Por qué no te compras ese pantalón rosa que te encanta y que te queda ceñido al cuerpo? Al diablo el qué dirán. ¡Eres guapo como eres! Ámate como eres y anímate a hablarle a ese chico que te gusta desde hace meses.


Al carajo las normas, los mandatos sociales. Al diablo las prohibiciones y los debes o no debes. Que esta es tu vida, que se trata de tus huesos, de tu alma. Que eres tú quien decide cómo vestirse y con quién quitarte la ropa. Que se trata de tu carne, que tienes derecho a equivocarte aun corriendo el riesgo de herirte en los caminos que elijas.


Uno debería poder vivir sin sentir que el mundo es una jaula y que los dedos que señalan nuestros actos son piedras que se estrellan en nuestra frente. Uno debería poder vivir con el amor propio en lo alto y que este fuera la bandera que izamos a diario.

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