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Yo sí te creo

Los minutos fueron reemplazados por el horror del mundo que la justicia se encargada de ocultar y que los otros se empeñan en convertir en simples anécdotas pintorescas, sin darse cuenta de que violan por segunda vez, matan por segunda vez y condenan al silencio para siempre.



A esta hora, en algún lugar del mundo, una mujer se esconde de su propia presencia, ocultándose bajo enormes sábanas que incrementan la sensación de poseer una insignificante existencia. A esta hora una mujer ensaya el silencio que practicará por siempre, la mirada esquiva a la que fue condenada a aferrarse como si se tratara de un escudo que la protege del horripilante pasado que se quedó tatuado en su piel. Justo en este momento una mujer se deshace de sus antiguas prendas que ha reemplazado por grandes camisas y anchos pantalones para sentirse inútilmente segura, buscando desesperadamente ocultar sus formas a un nuevo monstruo, uno de tantos que vacilan por las calles.

Hace dos minutos una mujer ha rasgado en múltiples partes la decisión de narrar ante la ley lo sucedido. Se ha echado atrás por temor a convertirse en la culpable del mismo acto que le arrebató el futuro que tanto había soñado. Hace meses otra deambula por la playa donde le privaron de la vida y de los sueños. Perdió el camino hacia el eterno descanso justo en el momento en el que desconocidos que aún respiran se atrevieron a cuestionar sus prendas, su soledad en un lugar deshabitado en horas “poco castas”.

Hace tres segundos una chica se ha lanzado al precipicio porque su madre no le ha creído la historia esa de que fue su padre el autor de su mayor desgracia.

Hay monstruos al acecho y el reloj no descansa nunca de anunciar el tiempo con una nueva víctima. Los minutos fueron reemplazados por el horror del mundo que la justicia se encargada de ocultar y que los otros se empeñan en convertir en simples anécdotas pintorescas, sin darse cuenta de que violan por segunda vez, matan por segunda vez y condenan al silencio para siempre. Y mientras obligan a callar a una, diez mujeres caen en manos del mismo verdugo. Es así como el mundo entero da un paso hacia la derecha para ponerse a favor del victimario y se olvida para siempre de la víctima.

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