Quiero que sepas que vales mucho, un montón, como jamás tendrás idea.
No importa cuándo leas esta carta, si eres del pasado o vienes del futuro. Quiero que sepas que vales mucho, un montón, como jamás tendrás idea. Vales la pena y la alegría. Ojalá pudieras ver tu sonrisa, esa que cura enfermedades del alma. Ojalá pudieras ver esa dulzura que habita en esos ojos marrones que nunca dejaré de amar. Ojalá supieras muchas cosas, ojalá yo pudiera decírtelas todas, pero lo bello de vivir es descubrir la vida misma, a pesar de los golpes, a pesar de las despedidas y los hasta siempre. Porque la vida es eso, un ratito en el que estás llamado a hacerlo todo, todo: amar, rabiar, pensar, sentir, crear... vivir. ¿De verdad necesitas que te diga los motivos? ¿De verdad tengo que destapar los sueños que navegan en tu corazón? ¿De verdad tengo que decirte que no hay milagro más bello que la sangre corriendo por tu cuerpo como si se tratara del río más inmenso del mundo? ¿Tengo que decirte que ese mismo río te llevará a lugares insospechados, inesperados, inimaginables? ¿Tengo que recordarte que eres el poema que leen desde arriba? ¡Despierta! Si algo te duele, baila. Si algo te confunde, baila. Si algo se desprende de tu alma, baila. Es que de eso se trata todo esto, querida, de seguir con los pies sobre el pasto mientras que de nuestros ojos se escapan tristezas que le darían, por fin, ese bendito nobel a Borges, porque no hay cosa más bonita que hacer de la vida arte, literatura.
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